A lo largo de la historia, los seres humanos han intentado comprender el comportamiento social y los efectos que las condiciones externas pueden tener sobre él. Una de las investigaciones más controvertidas y fascinantes en este campo es el experimento conocido como "Universo 25", llevado a cabo por el etólogo John B. Calhoun en los años sesenta y setenta. Este estudio, diseñado para observar cómo los ratones se comportarían en un entorno ideal pero cerrado, ha generado intensos debates que van más allá del comportamiento animal, y nos invita a reflexionar sobre los posibles paralelismos con nuestras propias sociedades humanas.
A primera vista, Universo 25 parecía un escenario utópico. Sin depredadores, sin escasez de comida ni agua, y con un refugio más que adecuado, el ambiente ofrecido a los ratones era perfecto en teoría. Sin embargo, las dinámicas sociales en este entorno supuestamente ideal comenzaron a desmoronarse de manera alarmante. Lo que en un principio parecía ser un experimento simple sobre el comportamiento animal terminó ofreciendo una profunda reflexión sobre los límites de la prosperidad y el impacto que tiene el hacinamiento y la falta de propósito sobre cualquier estructura social.
El experimento comenzó en 1968 cuando Calhoun introdujo un pequeño grupo de ratones en su "Universo 25". Al principio, el crecimiento de la población fue rápido y armonioso. Los ratones exploraban su nuevo entorno, y las tasas de reproducción aumentaban exponencialmente, duplicándose aproximadamente cada 55 días. Los comportamientos sociales eran funcionales, y la colonia prosperaba en un ambiente de abundancia.
Este escenario inicial podría compararse con la ilusión utópica que a menudo perseguimos en la sociedad humana. Durante la segunda mitad del siglo XX, muchos países industrializados experimentaron un rápido crecimiento económico y urbanístico, con ciudades en constante expansión que parecían prometer un futuro de prosperidad ilimitada. Los servicios sociales y económicos parecían estar en su punto álgido, pero ¿qué sucede cuando las dinámicas sociales comienzan a saturarse?
A medida que los ratones continuaron reproduciéndose, alcanzaron una población de alrededor de 600 individuos hacia el día 315. A pesar de que los recursos materiales seguían siendo abundantes, los primeros signos de tensión comenzaron a manifestarse. Los ratones que habitaban en los refugios más centrales comenzaron a mostrar comportamientos agresivos. Los más débiles fueron empujados a los márgenes del entorno, donde optaron por el aislamiento.
Lo que observamos en esta fase es un reflejo de los efectos del hacinamiento en las sociedades urbanas modernas. Si bien nuestras ciudades pueden ofrecer abundancia de recursos materiales (trabajo, vivienda, alimentos), la creciente densidad poblacional a menudo exacerba el estrés social. Ejemplos contemporáneos, como las megaciudades de Nueva York, São Paulo o Tokio, revelan los desafíos que trae la vida en entornos donde la interacción humana se vuelve menos personal y más conflictiva debido a la competencia por espacio y oportunidades.
En esta fase, los ratones comenzaron a experimentar lo que Calhoun denominó como "agotamiento social". En paralelo, en nuestras sociedades urbanas, hemos visto cómo el rápido crecimiento de la población en ciudades densamente pobladas ha conducido a problemas similares. La ansiedad y la agresión surgen a medida que los individuos luchan por preservar su espacio, tanto físico como psicológico.
Con el tiempo, la colonia de ratones de Universo 25 experimentó un colapso social más agudo. Entre los días 315 y 560, los comportamientos anormales se volvieron generalizados. Los machos dominantes se volvieron excesivamente violentos o, por el contrario, apáticos. Las hembras, que antes cuidaban diligentemente de sus crías, dejaron de hacerlo y en algunos casos abandonaron la reproducción por completo. En un rincón del experimento, un grupo de ratones conocidos como "los hermosos" se retiraron por completo de la sociedad. Estos individuos evitaban el contacto social y pasaban su tiempo cuidando exclusivamente de su apariencia personal y alimentándose.
Finalmente, después del día 560, la población de Universo 25 dejó de crecer. A pesar de contar con recursos más que suficientes, los ratones dejaron de reproducirse y los comportamientos sociales funcionales colapsaron por completo. El final del experimento estuvo marcado por la muerte de la mayoría de los ratones, no por falta de comida o refugio, sino por el deterioro total de sus relaciones sociales.
A medida que las ciudades del siglo XXI continúan creciendo, es crucial que reflexionemos sobre los paralelismos entre el experimento de Calhoun y nuestras propias vidas. La pandemia de COVID-19 fue un recordatorio contundente de lo frágiles que pueden ser nuestras interacciones sociales. Durante los confinamientos, muchos experimentaron una forma de aislamiento que, aunque temporal, dejó huellas profundas en la salud mental de millones de personas en todo el mundo. La soledad, la ansiedad y la falta de propósito afectaron a todas las generaciones, desde los más jóvenes hasta los adultos mayores.
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